El fuego
Basta,
no morí ahogado.
Mi cuerpo ardió en llamas.
El agua pura del río,
no me acaricio poéticamente
No fue el cisne quien
me observo desde el crepúsculo.
Sentí el fuego en mis huesos,
llore las brazas en los pies
antes de convertirme en cenizas.
Escuché la vos de dios,
(me prometió un infierno)
me convertí en mujer
y aullé en mi cruz
los dolores del mundo.
El agua que tu escribes
no me salvó de la hoguera.
El delicado mar
que marca distancias,
los bellos horizontes
de la playa,
las lluvias de primavera
en los puertos
nunca escucharon mis gritos.
Fueron sordos ante mi ceguera.
Yo no elegí mi muerte
no vestí de azul al reflejo
de la luna,
el fuego consumió mi hogar
sin darme la extremaunción.
Y no existió océano literario
que apacigüe mi agonía.
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