| Volando dentro de una lamparita de 25 wts
 Sesiones escritas
 
 
 
         
    
	 
	 La cancion del jardinero
	 
    
	
       Los pies descalzos
 parados  sobre el asfalto caliente,
 hirviendo la sangre de los desorientados.
 Mientras las manos, y sus cayos,
 se hunden en el barro
 buscando flores de dilapidadas primaveras.
 Flores que marchitan ante un rayito
 de sol,
 y renacen en la madrugada.
 Mariposas desdichadas
 pidiendo un trago más
 en el bar de los holocaustos.
 Los ojos siempre miraron entre llantos,
 la boca siempre heló otros labios,
 no recuerdo buen vino en las copas.
 y sin embargo
 aquella canción enmudecida,
 siempre llego hasta el cielo.
 
         
         
	
      Desde las viseras vomito
 exiliadas y herejes
 distancias.
 Avenidas de campos secos,
 desiertos de murmullos
 dentro de los oídos,
 agobio de esquina de barrio.
 Aquí, no hallo en mi vista
 la cumbre del Obelisco,
 micro-centro perdido
 en mapas ilegibles.
 Desde mi sudor frió
 una encrucijada
 que dibujo con el temblor.
 Monstruos opacos
 comiendo los cables
 de los semáforos.
 Sangre en los ojos,
 en los labios, 
en mi pecho,
 no en mis venas.
 Ni los muertos que se levantan
 de sus nichos de clausura
 paran a consolarme.
 Mis pesados pies
 comienzan a correr.
 Fragancia de orina de bar
 impregnándose en mis pestañas.
 ¿Dónde esta la puerta de salida?
 Desde el colectivo anónimo
 rezo a Lujan,
 peregrino sin bautizar
 que acalla a los viajeros,
 llorando en las estaciones.
 La brújula de mis cordones
 equivoca el rumbo
 estrangulándome descuidadamente.
 Busco aire en mis letras,
 que poco a poco,
 suicidan la idea
 de continuar escribiendo.
 Estoy solo en el vació
 que alberga mis escrúpulos.
 Ya no temo a la oscuridad
 de las ciudadelas.
 El pánico nace
 de mi paladar hacia adentro.
Hacia mis sombras.
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