Desde las viseras
vomito
exiliadas y herejes
distancias.
Avenidas de campos secos,
desiertos de murmullos
dentro de los oídos,
agobio de esquina de barrio.
Aquí, no hallo en mi vista
la cumbre del Obelisco,
micro-centro perdido
en mapas ilegibles.
Desde mi sudor frió
una encrucijada
que dibujo con el temblor.
Monstruos opacos
comiendo los cables
de los semáforos.
Sangre en los ojos,
en los labios,
en mi pecho,
no en mis venas.
Ni los muertos que se levantan
de sus nichos de clausura
paran a consolarme.
Mis pesados pies
comienzan a correr.
Fragancia de orina de bar
impregnándose en mis pestañas.
¿Dónde esta la puerta de salida?
Desde el colectivo anónimo
rezo a Lujan,
peregrino sin bautizar
que acalla a los viajeros,
llorando en las estaciones.
La brújula de mis cordones
equivoca el rumbo
estrangulándome descuidadamente.
Busco aire en mis letras,
que poco a poco,
suicidan la idea
de continuar escribiendo.
Estoy solo en el vació
que alberga mis escrúpulos.
Ya no temo a la oscuridad
de las ciudadelas.
El pánico nace
de mi paladar hacia adentro.
Hacia mis sombras.
1 Comments:
De tan dramático que suena me encantó precisamente la capacidad de crear ese "ambiente" catastrófico. Me da sobre todo pánico encontrarme con esos monstruos opacos de los semáforos. Andaré con cuidado.
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