Esperanza
Espero,
en el silencio de la vos
del locutor,
hasta que se marchite
la flor del ojal.
No el cuerpo que
que yace en la bañadera,
no espero la sangre por
los azulejos del baño.
Impaciente con el humo
asfixiando los pulmones,
con la necedad de saber
que nada va a cambiar.
Con el desasosiego
del niño por acariciar
el horizonte.