manos mias
No se cansan, manos escuálidas,
manos pesadas, manos lentas;
cuantos adjetivos desiguales,
contrarestados, cuantos adjetivos,
mas o menos, parecidos, mas
o menos distantes, debo usar
para describirlas.
Manos marcadas con llagas,
manos que entristecen el vaso
que no he de tomar esta noche.
Manos aburridas debatiendo
sobre la obra de algún poeta;
poeta que se quedo dormido,
poeta que se escapo de un libro,
poeta que nunca descubrió
la metáfora que describe al
intrépido y vil sendero.
Manos temblando suave
en el seno de una mujer,
sudando impacientes sobre
otras manos; más o menos
similares, un poco más calladas,
un poco menos veloces.
Manos esculpiendo, profetizando,
manos que descubren la mentira,
Manos que saben ocultarla;
mentiras que se escuchan en las calles,
en las iglesias, mentiras que te acusan,
mentiras que se dan el privilegio
de pasear desnudas por los bares.
Manos que saben sostener una cabeza,
una cabeza vacía, mirando fijamente
un monitor que escupe inimaginables
momentos de frialdad, momentos huecos.
Manos que superan el miedo intocable,
manos que se cargan la cruz en la espalda.
Manos que sin inspiración alguna,
se atreven a entregarles este escrito.
Contéstenme, admirables manos,
no se cansan de protegerme de tantos golpes.
No se cansan de secar mis pupilas sangrando,
de estrechar falsas manos a falsos fantasmas.
Hoy les daré descanso eterno,
hoy les quitare la vida,
hoy las desprenderé de mi cuerpos,
las cortare en rodajas y las dejare libres.
Aunque sean estas, las ultimas frases
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