Sueños prohibidos de un cuarto de hotel
Soñé.
Imaginé.
Lo soñé y lo imaginé.
Lo soñé semanas enteras,
mañana tras mañana despertaba
pensando en lo mismo.
Durante el día, no soñaba,
lo imaginaba,
calido, aromático, irresistible.
Lo imagine irreversible.
Lo que nunca soñé,
lo que nunca imagine,
es que se supiese materializar.
Fantasía que se hizo carne en mis huesos,
manos frágiles clavándose fuerte en mi espalda;
sin dejar marcas que evidencien lo prohibido.
Mis manos contestaron, las lamparitas se atenuaron.
Mis luces encandilaron su brazo herido,
el brazo partido, de tanto darlo a torcer.
Me abrazo con sus piernas, me abrazo con sus pelos,
me abrazo con su ingle, con su estomago, con su sangre.
Me envolvió en sus senos.
Vencido cual boxeador caído, me levante
del rincón una y otras vez, hasta cansarme.
Hasta cansarla. Hasta superar mi imaginación.
Danzamos en un trapecio hasta acabar volando,
la habitación se agrandó perdiendo los horizontes,
se empequeñeció casi hasta asfixiarnos
con nuestros propios alientos,
con nuestros propios cuerpos.
Nos miramos, creímos conocernos,
nos desconocimos, planteamos la guerra,
hicimos las paces en forma de plegarias.
Plegarias para una niña perdida,
plegarias para un anciano floreciente.
Luego el sueño, mas intenso,
más real.
Y al despertar buscando su ausencia,
la encontré dormida en mis brazos.
Lo imaginé tanto.
Lo que nunca soñé,
lo que nunca imaginé,
es que se supiese materializar.
1 Comments:
DEMASIADO BUENO...
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