Inspiracion Culposa
Me inclino en la silla de madera,
silla que percibo entremezclando recuerdos,
como la de un cuadro de Van Gogh.
No esos cuadros pintorescos con pinceladas
marcadas, amarillentas y anaranjadas,
mas bien un cuadro de su época más sombría,
si es que la tubo, pictóricamente.
Me inclino con mi cuerpo encorvado,
vértebras, en mi espalda escuálida,
dibujan líneas ásperas de carbonilla
transmitiendo palidez, al paisaje desolado
que contempla perpetua la lamparita del techo.
Detengo mi movimiento un instante,
comulgo mis dudas entonando un suspiro
pronunciado de extensas vueltas de esquina.
La encrucijada de los caminos,
mi amigo Satán me saluda nuevamente.
Tomo vacilante el atado de cigarrillos,
Huelo aquel que saco, suave aroma de cacao,
me dejo llevar en las piernas de una morena
que me ofrece café negro desde su sexo.
Lo enciendo con mis ojos cerrados,
abriendo todos los umbrales de mi piel
helando mi sangre con segundos de placer.
Me enrosco en las figuras del humo,
rostros renacentistas, demonios dantescos,
pliegues de lienzos pesados flotando entre lujurias,
volando por catedrales en llamas que enmarcan el paraíso.
Me inclino mas aun, vuelvo a erguirme,
doy vuelta la silla, me inclino sobre ella.
Bailo una milonga sobre la almohadilla,
inquieta, ansiedad que provoca la muerte,
agónica, de las hojas en blanco sufriendo clemencias.
Inclino mi cuerpo seguro, buscando la primer tecla
de la vieja maquina de escribir, la rozo con mis yemas,
caricia tímida con dedos culposos, revelando
el miedo a faltarle el respeto a ciertas tumbas.
rompen las cadenas del horror,
cruzan las puertas del pánico,
y componen este texto contemplativo,
Sin dejar de pedir disculpas
Con una flor negra en las lapidas de Boudelaire,
Shakespeare, a Rimbaud,
Y tantas otras tumbas que sientan la ofensa.
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