El silencio de los buenos borrachos
Mientras ella cantaba de espaldas
con su rostro escurridizo, velando
el elipsis del salón;
los borrachos nos deleitábamos.
Se escuchaba el aliento a vino viejo
tiritar contra el vidrio.
ventana que nuca debió ser abierta,
que nuca debió cerrase.
Giró su lánguido cuello hacia la escasez
de un horizonte opaco y distante
sin secar las lagrimas del rostro;
nadie la esperaba, nadie la acechaba.
Agarró su botella y unos pocos cigarrillos;
sin dinero que gastar, pero con la satisfacción
de no tener nada en que gastarlo,
salio de improviso; aunque todos lo notamos.
El moso preguntó por ella cuando el ocaso
se posaba sobre la medida de whisky,
el silencio rebotó sobre los hielos del vaso
y uno balbuceó que jamás volvería.
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